Amenazas para el paro juvenil y de larga duración

El informe de Perspectivas del Empleo publicado por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), plantea un posible endurecimiento del paro juvenil y de larga duración. La organización estima que la tasa de paro pasará del 7,1 % en el cuarto trimestre de 2014 (1,6 puntos más que al inicio de la crisis) al 6,5 % al finalizar 2016.

De acuerdo con este estudio, unos 42 millones de trabajadores no tienen un puesto de trabajo en sus 34 países miembros el pasado mes de mayo, 10 millones más que antes de que estallara la crisis. Las diferencias por países son muy significativas, ya que mientras en la zona euro se mantenía por encima del 11 % en promedio (y por encima del 20 % en Grecia y España) en Estados Unidos se había situado por debajo del listón del 6 % y del 4 % en Japón, Corea del Sur y Noruega.

El estudio señala que la tercera parte de los desempleados (15,7 millones en total) se encuentran más de un año en esa situación (un 57% de los cuales, más de dos años), y que ese colectivo, en el que predominan las personas con baja cualificación, ha aumentado eun 77,2% desde finales de 2007, planteando un alejamiento del mercado laboral que a largo plazo dificulta su reinserción.

Igualmente, los jóvenes figuran entre los grupos sociales más castigados por el aumento del desempleo desde 2007, en particular en países como Grecia, Italia y España, en los que se ha incrementado de forma muy destacada entre los que ni tienen empleo ni están formándose.

El estudio concluye que "las perspectivas de evolución profesional a largo plazo se deciden, en gran medida, en los diez primeros años de la vida activa".

Por otra parte, se destaca que los trabajadores experimentados que perdieron su empleo durante la crisis van a tener dificultades para reactivar su carrera, sobre todo porque tendrán que pasar de algunos sectores en decadencia (como la construcción o el manufacturero) a otros más dinámicos, en particular los servicios.

Las diferencias de competencias explican en gran medida la variación de las desigualdades salariales, que a su vez constituyen un factor determinante en la brecha de los ingresos de las familias. Los factores determinantes de los bajos salarios, a largo plazo, son las deficientes competencias cognitivas, las modalidades atípicas de empleo y las empresas poco productivas.

Ante esa situación, la OCDE reconoció que un salario mínimo reduce el riesgo de unas remuneraciones extremadamente bajas, aunque también indicó que hay que tener en cuenta el eventual efecto negativo sobre el empleo que tiene la regulación del salario mínimo.

Por este motivo, el organismo se inclinó por establecer un salario mínimo más bajo para los trabajadores muy jóvenes y sin experiencia, para favorecer su entrada en el mundo del trabajo, y al mismo tiempo aconsejó su revisión regular con "evaluaciones objetivas de su impacto potencial sobre los empleos poco cualificados y las condiciones de vida".

Y sobre todo, en lugar de pronunciarse por un nivel ideal general de salario mínimo, señalo que éste debe coordinarse con otros elementos de política social como son las cotizaciones sociales, por ejemplo, bajarlas para los empleos poco cualificados, o completarlo con otro tipo de prestaciones.

La organización aconsejó tres tipos de medidas para mejorar las perspectivas de los trabajadores que están en la parte más baja de la escala, empezando por dispositivos de activación eficaces para conectar a los parados con empleos que se ajusten a sus perfiles. Las otras son completar las competencias de los trabajadores con bajas cualificaciones, y medidas directas para reforzar la calidad de los empleos apoyando los salarios de los trabajadores con bajas remuneraciones.

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